martes, 29 de octubre de 2013



LAS HUELLAS DE JACK EL DESTRIPADOR

Jack el Destripador es quizás uno de los asesinos seriales más reconocidos de la historia. El hecho de que los asesinatos nunca fueran resueltos, hizo crecer la leyenda en torno a estos macabros crímenes y despertó la imaginación y curiosidad de gran parte de la sociedad del distrito de Whitechapel, en las postrimerías del siglo XIX, encanto que sigue presente hasta nuestros días.
El frio otoño de 1888, en el distrito de Withechapel en Inglaterra fue una época marcada por graves problemas económicos y una gran inmigración, principalmente de Irlandeses y Judíos, los cuales eran culpados por todos los males que acaecían a los ciudadanos.
En este contexto histórico ocurrieron los asesinatos de  Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly, prostitutas de la zona que fueron las cinco víctimas canónicas del destripador.
El asesino, bautizado por la prensa como Jack el Destripador, era una persona fría, calculadora y que siempre seguía un modus operandi, lo que actualmente se considera un asesino serial organizado.
El modo de matar era siempre el mismo, estrangulación, degüello y evisceración, también extraía los órganos en algunas de las víctimas.
Todos los cuerpos presentaban cortes en el cuello de mucha profundidad y lesiones en el abdomen, además de la extracción de órganos en algunos casos, como el riñón en Catherine Eddowes y parte del útero de Annie Chapman.
El cadáver de Mary Jane Kelly fue el que mayores lesiones presentaba. Se encontraba sobre la cama de su habitación, con un corte que iba desde la garganta hasta la columna vertebral, lo que casi había producido una decapitación, el abdomen estaba abierto por completo y faltaban todos los órganos, el corazón nunca fue encontrado.
Todo esto hizo creer a los investigadores de  Scotland Yard que el asesino podía tener conocimientos de anatomía. Esta afirmación despertó el malestar en la comunidad médica, debido a que en esos momentos era impensable que una persona de la alta sociedad, un galeno, pudiera cometer tan atroces crímenes.
El médico de policía Thomas Bond realizo un perfil criminal del asesino, basándose en los patrones de heridas que pudo observar durante la autopsia que el ejecutó a uno de los cuerpos y a través de fotografías de las necropsias realizadas por otros profesionales.
La pericia determinó que las lesiones que se presentaban en los cuerpos habían sido producidas por un elemento con mucho filo y de izquierda a derecha, además que las víctimas se encontraban recostadas boca arriba cuando recibieron los cortes.
Así mismo, se opuso a la teoría de que el criminal tuviera  conocimientos anatómicos, incluidos las técnicas de un carnicero o matarife y por el contrario, afirmaba que era un hombre solitario con ataques maniacos-homicidas y una hipersexualidad, si bien no se encontraron rastros de actividad sexual, algunos psicólogos opinan que la penetración con el cuchillo y la postura en la que dejaba a las victimas indicaría que el asesino obtenía placer sexual con los crímenes.
Respecto a los sospechosos, si bien la sociedad en su conjunto apuntaba a la idea de que el autor fuera un médico, destacados investigadores consideran que esta creencia se debe al miedo que la gente tenía de la profesión del galénico en la época victoriana, como de la desconfianza hacia las ciencias en general.
Desde sofisticadas teorías conspirativas sobre la logia masónica hasta miembros de la nobleza, al día de hoy existen más de 100 sospechosos, de los cuales sólo se encontraron evidencias circunstanciales.
Las últimas investigaciones sugieren que podría haber sido una mujer la autora de los crímenes, basándose en las características sexuales de los casos sumado a la ausencia de violación.
Cientos de  cartas fueron recibidas tanto por la policía como también por la prensa, en las cuales se proporcionaban consejos para atrapar al criminal, aunque la mayoría de las misivas no tenían ningún valor.
Muchas de las epístolas aseguraban ser hechas por el asesino, pero sólo tres de ellas resultaron verdaderas y una se destacaba entre todas. La misma fue enviada al comité de vigilancia de Whitechapel y venia en una pequeña caja con la mitad de un riñón.
El asesino dijo haber freído y comido la otra mitad y que podría enviarle el cuchillo ensangrentado con el que extrajo el órgano. La esquela se encontraba manchada con sangre y se titulaba "desde el infierno".
Más de 120 años han pasado desde estos crímenes y la sombra del destripador aún puede vislumbrarse por las calles del East End. Su figura ha sido una de las más explotadas tanto por la literatura como por el cine, donde se lo observa como un hombre con capa y sombrero de copa buscando su próxima víctima.