LAS HUELLAS DE JACK EL
DESTRIPADOR
Jack el
Destripador es quizás uno de los asesinos seriales más reconocidos de la
historia. El hecho de que los asesinatos nunca fueran resueltos, hizo crecer la
leyenda en torno a estos macabros crímenes y despertó la imaginación y
curiosidad de gran parte de la sociedad del distrito de Whitechapel, en las postrimerías
del siglo XIX, encanto que sigue presente hasta nuestros días.
El frio
otoño de 1888, en el distrito de Withechapel en Inglaterra fue una época marcada
por graves problemas económicos y una gran inmigración, principalmente de
Irlandeses y Judíos, los cuales eran culpados por todos los males que acaecían
a los ciudadanos.
En este
contexto histórico ocurrieron los asesinatos de
Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y
Mary Jane Kelly, prostitutas de la zona que fueron las cinco víctimas canónicas
del destripador.
El asesino,
bautizado por la prensa como Jack el Destripador, era una persona fría,
calculadora y que siempre seguía un modus operandi, lo que actualmente se
considera un asesino serial organizado.
El modo de
matar era siempre el mismo, estrangulación, degüello y evisceración, también extraía
los órganos en algunas de las víctimas.
Todos los
cuerpos presentaban cortes en el cuello de mucha profundidad y lesiones en el
abdomen, además de la extracción de órganos en algunos casos, como el riñón en
Catherine Eddowes y parte del útero de Annie Chapman.
El cadáver
de Mary Jane Kelly fue el que mayores lesiones presentaba. Se encontraba sobre
la cama de su habitación, con un corte que iba desde la garganta hasta la
columna vertebral, lo que casi había producido una decapitación, el
abdomen estaba abierto por completo y faltaban todos los órganos, el corazón
nunca fue encontrado.
Todo esto
hizo creer a los investigadores de
Scotland Yard que el asesino podía tener conocimientos de anatomía. Esta
afirmación despertó el malestar en la comunidad médica, debido a que en esos
momentos era impensable que una persona de la alta sociedad, un galeno, pudiera
cometer tan atroces crímenes.
El médico
de policía Thomas Bond realizo un perfil criminal del asesino, basándose en los
patrones de heridas que pudo observar durante la autopsia que el ejecutó a uno
de los cuerpos y a través de fotografías de las necropsias realizadas por otros
profesionales.
La pericia
determinó que las lesiones que se presentaban en los cuerpos habían sido
producidas por un elemento con mucho filo y de izquierda a derecha, además que
las víctimas se encontraban recostadas boca arriba cuando recibieron los
cortes.
Así mismo,
se opuso a la teoría de que el criminal tuviera
conocimientos anatómicos, incluidos las técnicas de un carnicero o matarife
y por el contrario, afirmaba que era un hombre solitario con ataques
maniacos-homicidas y una hipersexualidad, si bien no se encontraron
rastros de actividad sexual, algunos psicólogos opinan que la penetración con
el cuchillo y la postura en la que dejaba a las victimas indicaría que el
asesino obtenía placer sexual con los crímenes.
Respecto a
los sospechosos, si bien la sociedad en su conjunto apuntaba a la idea de que
el autor fuera un médico, destacados investigadores consideran que esta
creencia se debe al miedo que la gente tenía de la profesión del galénico en la
época victoriana, como de la desconfianza hacia las ciencias en general.
Desde
sofisticadas teorías conspirativas sobre la logia masónica hasta miembros de la
nobleza, al día de hoy existen más de 100 sospechosos, de los cuales sólo se
encontraron evidencias circunstanciales.
Las últimas
investigaciones sugieren que podría haber sido una mujer la autora de los
crímenes, basándose en las características sexuales de los casos sumado a la
ausencia de violación.
Cientos
de cartas fueron recibidas tanto por la policía
como también por la prensa, en las cuales se proporcionaban consejos para
atrapar al criminal, aunque la mayoría de las misivas no tenían ningún valor.
Muchas de
las epístolas aseguraban ser hechas por el asesino, pero sólo tres de ellas
resultaron verdaderas y una se destacaba entre todas. La misma fue enviada al
comité de vigilancia de Whitechapel y venia en una pequeña caja con la mitad de
un riñón.
El asesino
dijo haber freído y comido la otra mitad y que podría enviarle el cuchillo
ensangrentado con el que extrajo el órgano. La esquela se encontraba manchada
con sangre y se titulaba "desde el infierno".
Más de 120
años han pasado desde estos crímenes y la sombra del destripador aún puede
vislumbrarse por las calles del East End. Su figura ha sido una de las más
explotadas tanto por la literatura como por el cine, donde se lo observa como
un hombre con capa y sombrero de copa buscando su próxima víctima.
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